YO...Y MI MUJER.-

Asuntos que no son de interés general ni objeto de debate... UN POCO DE TODO

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jeronimo
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YO...Y MI MUJER.-

Mensaje por jeronimo »

YO…Y MI MUJER.-


Me encantaba hacer el amor. En cualquier momento y lugar, no importaba la hora, las circunstancias ni mucho menos con quien, aunque eso sí, siempre que fuera de género contrario al mío. Allá se las apañen el Gallardón, allá se la apañe el psoe y allá el constitucional con sus deberes hechos o no. Me chifla a media mañana un sábado o domingo, incluso un festivo. Eso de levantarse de la cama todo despeinado, medio atontao en pijama, andando por el pasillo como un zombi, ir al baño y echar la primera meadita del día. Ésa, precisamente ésa que escandaliza a todos los vecinos por la energía y velocidad a la que sale y que se hace interminable. Interminable para los vecinos y que al que la echa le entra por la pituitaria el olor a orín fuerte, potente, sabroso, rico. Es curioso que cada uno tengamos un olor característico de la dichosa meadita. Nos gusta lo propio, pero hacemos asco al resto. Aunque ella, por lo general, no viene sola.

Nos solemos, por eso del pudor, aguantar por detrás mientras que por delante dejamos que salga, que emane, que brote, que inunde el chorro que al principio es una línea recta hasta que va perdiendo fuerza y se convierte al final en intermitente según vamos apretando el culillo hasta que el chorrete acaba difuminándose en leves gotas finalizando con la última. Ésa también tiene su importancia. Si lo aprendimos de pequeños, pillamos un trozo de papel higiénico y hábilmente acariciamos la puntita con la suavidad del cirujano operando un corazón dejando todo aséptico y sin signos de líquido.

¿Y qué decir de lo que intentamos que no se escuche?. Porque la meadilla se oye en todo el edificio, salvo que seamos ministros salientes y vivamos en un chalet pagado por todos, pero las ventosidades intentamos acallarlas y para ello estiramos el ruido de manera que, solemos creer, con la extensión y largura amortiguamos el sonido. Y realmente que nos gusta, aparte de ser necesario, nos regocijamos con ello. O más bien, con ellos, dependiendo de la cena de la noche anterior. Haberlos los hay y suelen de diversos tipos. A saber. Por la mañana solemos comenzar con el pegajoso. Haber, no todos lo hacemos así, se puede invertir el orden, pero desde el último del escalafón hasta el Director, pasamos por ello.

Y el que diga lo contrario, miente. El pegajoso viene teniendo un sonido acuoso, como si pareciese que se atranca, quiero pero no puedo, pero al final puede, él sólo sin empujar, sin hacer excesos. Todo sea, a pasado en ocasiones, que aparte del sonido característico venga acompañado de su vertiente mojada, lo cual nos indica que hemos llegado tarde. Vamos, que el calzoncillo, si no hemos sido prudentes con el papel secante para la gotita, no sólo se manchará por delante, sino que dejaremos el consabido rastro para acabar depositado en la lavadora.

Otra variante, diferente pero no por ello menos importante, la encontramos en el denominado de tos. Solemos, incluido el director, enmascararlo tosiendo a la par, encubrirlo como ocurre en los ere de Andalucía, saliendo sendos sonidos a la vez, pero los ruidos no son los mismos, fepende de quién los escuche. La importancia estriba en intentar acompasar ambos. Podemos trabajar sobre la laringe pero cuando no hay coordinación, por lo general la tos suele ser menos alargada, también dejamos constancia, involuntaria eso sí, de lo hecho y, en ocasiones, nos ponemos colorados aún estando a solas. Colorados en la cara. Pero sin más transcendencia. Política incluso.

Pasamos ahora al llamado vendaval. No me inclino por esa acepción. Lo denominaría más bien, de banda. O incluso matraca. Dentro de la banda nos encontramos tipo violín, fino y alargado. El modelo tambor, similar a la tamboreada guipuzcoana, ya es la repera. El piano, con las teclas de menor a mayor o a la inversa, todo al principio acabando al final con traca similar a las valencianas. O al revés, mucho ruido al principio para acabar casi silenciado. Como si fuera juzgado por un tribunal popular vamos. A veces, muy de vez en cuando, tenemos la sensación de que hemos roto más de lo que tenemos rasgado en forma de O aplanada, parece que la prolongación pasa del esfínter a los calzoncillos y de éstos al pantalón. Cuando eso pasa, también en ocasiones pasa, nos echamos la mano a la comisura del pantalón por si realmente se hubiera descosido. Colaría también el “artístico”, suelen hacer uso de ellos los virtuosos temporalmente, a lo sumo dos mandatos y suele ir acompañados mediante la forma artística de mover la nalga, generalmente con debajo de la misma con cuero, en el coche cuando el mismo estaciona para repostar. Todo un campeón.

Dejando los conciertos de música, otro significativo es el traidor. Éste, es un poco cabroncete. No es conveniente airearlo en público por la transcendencia que suele tener. Apunta para abajo, pero dispara hacia arriba. Haber si alguien toma nota de éste. Es difícil de controlar y por ello hay que tener una gran fuerza, moral eso sí, para aguantarse, pero al final siempre acaba saliendo, queramos o no. Es el que menos gusta cuando se han tenido muchas responsabilidades, sobre manera viales, y ahora llega uno nuevo y nos las quiere retirar, llegando incluso a discutir.

Al hilo de lo anterior, podríamos denominar al siguiente el humorístico. Es sencillo de entender, en el momento de que alguien nuevo te comenta que hay que hacer remodelaciones, bien por lo obsoleto, bien por la crisis económica, y con la carcajada, en principio carcajada, sin querer y por designios que desconocemos, sale sólo, sin necesidad de empuje, se escapa solito, parece realmente que va a vigilar, pero no, sale y vuelve a entrar, pero una vez salido ¿quién lo mete otra vez en el redil?, Ya no tiene marcha atrás. Es comprometido porque no se le esperaba, ni a él ni lo que te dicen. No se asimila en principio y la carcajada se convierte, tanto por la conversación como por la venida inesperada, en tenebrosa. Al final el cabrón, como la hidra, va tomando forma y vida y te engancha patas arriba hasta llegar a la nariz, a la de ambos, y como consecuencia estamos indefensos ante él. Diría más. Ante los dos. El “nuestro” y el otro. El nuevo.

Caso complicado siguiendo con lo expuesto hace un momento, es cuando a la par que el humorístico resulta que se observa que el cordón de uno de los zapatos se ha soltado. Al agacharse para atárselo y haber acabado recientemente con uno, el humorístico, resulta que el culillo queda abierto en casi todo su esplendor, como si fuéramos griegos, saliendo por patas el muy sinvergüenza, como cuando se suelta el toro a la plaza y tras haber cogido al torero, a los banderilleros, a los monosabios, no deja un caballo virgen, encima salta la barrera y descojona toda la plaza, al morlaco de tercera división ya no volvemos a verlo más, pasando a mejor vida en el campo mirando las nubes, y nunca mejor dicho. Es el denominado zapateril. Por lo del zapato. Haber, si a alguno le sienta mal, podríamos cambiar la denominación de zapateril por la de senil. Se traduce, normalmente en misa o bien en un despacho acompañado del “nuevo”, a salir, emanar, ensuciar y suele ser el propietario enérgico y con algo de demencia senil. La culpa, de éste y todos los demás, siempre es del resto, o sea de los demás. Y por ello, nos ponen firmes, tan acostumbrados nosotros a poner.

Seguro que habrá más tipos y condiciones, si alguno puede aportar experiencias propias o ajenas estaríamos todos encantados de poderlas leer con detenimiento para hacer comparaciones veteranas. Pero no quería terminar sin olvidarme del viajero. La parte fuerte del ruido se lleva a efecto en una zona determinada, más o menos amplia, siendo el territorio nacional y siendo territorio patrio. Más allá de nuestras fronteras no nos los admiten. Suelen ser personas con amplios conocimientos en un área determinada y por lo tanto se buscan rendimientos económicos momentáneos, no hay que esperar. Uno aquí, otro un poco más allá y si viene al caso, salto el charco dentro de territorio nacional, y voy soltando otros varios más. Al principio encandilan al personal, gustan, se pavonean, son graciosos y diría más, majestuosos. Pero siempre, aunque no sea su pretensión, van dejando huella por donde pasan. Y al final te descubren, para tu desgracia. Le denomino Duque. ¿Qué que nóos?.

En fin, que se me ha ido el santo al cielo. ¿Por dónde iba?. Ah, ya recuerdo ahora. Decía que me encantaba hacer el amor. Y en ello tiene mucha culpa mi mujer. Es una de las cosas que más nos puede gustar y encima no nos cobran por ello. Bueno, en principio. La viagra para algunos sale cara, al no haber estado acostumbrados a pagar nada. Verla allí en la cama, a la vuelta del baño tras la primera meadilla, y también haber limpiado la famosa gotita, completamente desnuda y espatarrada es para ponérsele a uno los pelos de pollito. Últimamente está muy sumisa, no me pone impedimentos a nada. A ella la encanta, en relación a todo lo expuesto,que se entre a matar por la zona dorsal, tipo hombres de Cro-Magnon. Y ciertamente que yo la complazco.

Esa mañana de sábado me estaba esperando únicamente con las bragas puestas y tumbada encima de la sábana. Una cucada verla así. Con su pelo moreno descansando encima de la almohada, esos ojos pintados de vivaracha, esa lengua viperina, viperina para lo que iba a venir, los labios bien remojados de saliva color carmesí y los pechos al aire. Una de las cosas que más me gusta de ella y son varias las cosas, es la docilidad que muestra cuando estamos en estas situaciones. La da igual por la mañana, tras la meadita, por la tarde tras la comida o incluso una vez recogidos los platos, en el salón viendo la tele, apoyada en el Frigo o tumbada en el suelo. No tiene complejos de nada en el aspecto sexual la mujer.

Hoy la marqué la ruta que tenía pensado llevar a efecto y únicamente me asintió con la cabeza. Desde luego que he tenido una enorme suerte con ella. Según llegué a la cama, completamente desnudo pues me había desembarazado del pijama en el baño, me quede de rodillas frente a ella. No lo dudó un momento, con su boca me hizo ver las estrellas, experiencia tiene un montón Pero tampoco quería yo acabar en esa posición tan incómoda par ambos, así que decidí tumbarme y apoyar la cabeza en la almohada, pasé los brazos por detrás de la cabeza y me limité a esperar con los ojos cerrados.

Comenzó dándome unos chupetones, en otros sitios se llaman lametones por detrás de las orejas que me hizo ver el cielo. Tuve que cortarla ya que no quería acabar en esa posición. Se me puso a cien, el mío, y eso ella lo notó. Con sus labios carnosos fue bajando desde mi cuello, llegó lamiendo como un estropajo tola piel del pecho, hasta llegar a la zona genital. Allí sólo tuve que dejarla hacer. Y lo que ella hace, no está escrito en los libros, ni siquiera en los de instrucciones. Me dio un repaso como no se han dado en las elecciones generales y quien lo ha probado, podrá atestiguar lo que allí se goza. Pero tampoco quería acabar en esa posición. La mandé que se diera la vuelta y ella compasible, la dio. Ver aquellos muslos bien torneados, acabando en un agujero negro como el carbón y a continuación todo su sexo abierto y cubierto de una buena mata de pelo, me hizo ser, momentáneamente el hombre más feliz del mundo. Llegados a este punto tuve que dejar el pabellón alto y sin más preámbulos efectuar una penetración. Anal, pero penetración al fin y al cabo.

.- ¿Gosas vida?.

Por prudencia y los gemidos lentos y penetrantes que escuchaba, preferí no ahondar en el tema. Así estuve unos tres minutos, que se hacen largos en ocasiones, lentos en otras, pero me supieron a rechupete. Pasado este tiempo, acabé con el denominado misionero. Se colocó tumbada mirando hacia el techo y todo su sexo negro quedó a disposición de mis ojos. Una proeza verla y una proeza agacharme hacia ella y penetrarla. Sus jugos vaginales me la engulleron en un pis pas y en otro pis pas ya estaba yo preparado para finalizar el acto. Apreté hasta el fondo tocando vello con vello y al final terminé por eyacular dentro de ella. Me quedé muy a gusto ese sábado. No soy muy romántico así que según acabé pille la tolla que llevé del baño y me dispuse a limpiarla lo que yo previamente había manchado. Una vez terminado ambos nos quedamos tumbados en la cama recapacitando lo hecho, sacando jugo a lo pasado y, siempre soy muy puntilloso, fijándome mentalmente en lo que pudiera haber hecho mal.

Creo que nada, pero siempre es bueno repasar de nuevo por si se hubiera cometido algún fallo para que posteriormente quedara subsanado. A continuación ella se dio media vuelta dándome la espalda y yo, como creo que la mayoría de los fumadores, pensé en encenderme un piti. Me lo metí en la boca y le di al mechero, pero el jodio, no funcionaba, se había quedado sin piedra. Busqué en la mesita y aparecieron unas cerillas del año de la memoria histórica. Pillé la primera y fallé, cogí la segunda y le metí una chupada al cigarro tan buena como las que da mi mujer. Pero hubo un fallo, me caguüen la puta, se escapó una chispa y fue a dar a la espalda de mi mujer. Al principio ella no dijo nada, acusó el golpe como una campeona. Segundos más tarde se oyó de fondo un fiiiiiiiiiiiisssssssssssss largamente sospechoso.

Así que a tomar por el culo, a mirar en Internet y pedir otra muñeca hinchable. Veremos, ahora que estamos en rebajas, si tragan con el 2x1.

Con lo que valen las japonesas.

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Re: YO...Y MI MUJER.-

Mensaje por moderador »

Tema movido al subforo correspondiente.

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