Roma, anno 170 ab Institutio condita

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Ashbless
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Roma, anno 170 ab Institutio condita

Mensaje por Ashbless »

El verano está agonizando. Al menos, el verano institucional, pues el calor parece haber decidido llegar tarde este año. Pronto volverá la actividad oficial, y el Senado abrirá de nuevo sus puertas, para recibir a los Padres Conscriptos, quienes encontrarán sobre sus estrados el proyecto de Ley de Personal, entre otros asuntos.

Fuera de la cámara, el enfrentamiento entre optimates y populares prosigue. Los primeros siguen negándose fieramente a ceder un ápice de sus privilegios. Esta vez, Graco y Druso no tuvieron que ser asesinados. Como en la Roma antigua, hubo esbirros para hacer el trabajo sucio, que trataron de expulsarlos, arrastrar sus nombres y su dignitas por el fango, pero lamentablemente para ellos, en esta ocasión la Justicia fue independiente, y no lograron su innoble objetivo.

2100 años atrás, la República Romana se desangraba en medio de guerras civiles, y luchas intestinas. ¿El motivo? La negativa de una facción senatorial a conceder la ciudadanía romana a los pueblos aliados itálicos, y a permitir que nuevos miembros ingresaran en el Senado de Roma. En román paladino: la negativa a perder derechos propios y reconocer los ajenos.

El Senado, la alta cámara de representación de la República, estaba integrada por miembros de las familias más augustas, muchas de ellas originariamente familias nobles en la época de los reyes. Aunque su poder distaba mucho de ser indiscutible (no era el único órgano legislativo, y además sus decisiones estaban sometidas en algunos casos al veto de los representantes del pueblo), estaban colocados en una posición de privilegio: ellos decidían el nombramiento de los gobernadores, redactaban las leyes, componían los Tribunales, e influían, mediante su posición y sus redes de clientes, en la toma de decisiones, políticas, económicas, y militares.

Durante siglos, el resto de pueblos de la península itálica, fueron amigos y aliados de los romanos, aunque en ocasiones también se enfrentaron a ellos con las armas. La última vez, en el año 90 antes de nuestra era, cuando hartos de sostener económica y militarmente las guerras de Roma, sin derecho a voz ni a voto, sometidos a un fuero legislativo inferior, y ante la cerrazón de los senadores romanos a concederles la ciudadanía, se alzaron contra Roma.

Uno de los detonantes de esta situación fue la batalla de Arausio. En el 105 antes de nuestra era, una invasión de pueblos germánicos desató las alarmas en Roma. El ejército puesto en pie fue literalmente aniquilado por los Cimbrios y Teutones. El desastre militar se atribuye a las rencillas entre los dos generales. El máximo responsable (el Cónsul Manlio), era lo que denominaban los antiguos “un hombre nuevo” (sin antepasados patricios), al cual el procónsul Servilio Cepión (un patricio de la gens Servilia, una de las más antiguas de Roma) se negaba a someterse. El resultado fue la completa aniquilación de las legiones, entre las cuales se llevaron la peor parte las tropas auxiliares (legiones enroladas y pagadas por los pueblos aliados itálicos).

Los aliados estaban hartos de tener que sostener militarmente las campañas romanas en guerras en el extranjero. Sus ciudadanos formaban las legiones auxiliares, las sostenían económicamente, pero al no ser ciudadanos romanos, tenían que ver cómo éstas eran dirigidas por generales romanos (patricios, generalmente). Su inferior status jurídico les impedía obtener el mando militar, así como participar de los beneficios de las victorias. Tampoco podían intervenir en las decisiones de Roma. Como aliados, sólo podían aportar hombres y dinero a las guerras que Roma decidía que merecían librarse. Ver cómo sus hombres, sus ciudadanos, morían inútilmente dirigidos por ineptos más preocupados de defender sus intereses de clase, o su carrera política, que la vida de sus soldados, fue la gota que colmó el vaso.

En esta Roma moderna, una gran mayoría de profesionales “sin antepasados” tienen que soportar una carrera plagada de obstáculos, donde no se les permite influir en la toma de decisiones, alegando su “escasa preparación”. Se les aparta del mando supremo, debido a su “escasa preparación”, pero se les exige estar en primera línea.

En pleno siglo XXI, es curioso observar cómo se hace cierto aquel aforismo de que “no hay nada nuevo bajo el sol”, cuando constatamos que entre los romanos que visten de verde, seguimos teniendo un núcleo de privilegiados que pelean para mantener su status, y evitar que los “novo homini” puedan acceder a los cargos importantes. Seguimos asistiendo a las maniobras torticeras contra los portavoces de los profesionales discriminados, a los que se trata de silenciar a golpe de decreto, o de expediente disciplinario.

Seguimos soportando a Cepiones, que cegados por un estúpido orgullo clasista, y un ansia patológica por el oro o el latón de las medallas, antes consienten y aprueban la pérdida inútil de recursos, que permitir que alguien mucho mejor preparado, pero sin ilustres antepasados, tome las riendas de la situación.

Sólo espero que no acabemos teniendo un Cornelio Sila cualquier día de estos al frente de la Institución. No está nuestra Roma para soportar a otro anciano travestido, corriendo pintarrajeado y semidesnudo sobre la sangre y el sudor de su pueblo.
En esta corriente siempre en movimiento y dentro de la cual no hay punto alguno de referencia, ¿qué les sucede a las cosas fugaces a las cuales en tan alto aprecio tiene el hombre ? (Marco Aurelio)

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